El otro día me encontré repitiendo este refrán: “siempre hay un roto para un descosido”. Y sinceramente, es una frase que no me parece despectiva en absoluto, sino todo lo contrario: un canto a la esperanza.
Personalmente, no me importaría que alguien me tilde de “
rota” o de “
descosida”: aprendí a ir más allá de cada vocablo y a dejarme llevar por lo que significan y, sobre todo, por la intención de quien los pronuncia.
Soy una firme convencida de que este refrán es ciento por ciento verdadero.
La persona para ti está en algún lugar, esperando que sea el momento propicio o que los dos estén preparados para el encuentro. Con gustos similares en muchas cosas, complementándote en otras. Ófreciéndote contención y apoyo cuando lo precises y brindándote esa plenitud interior que tanto ansías.
Los problemas, como siempre, surgen cuando uno se conforma con menos o acepta cualquier situación con tal de estar “en pareja”. Conocer a alguien y aferrarnos y luchar para que la relación funcione -porque el otro muestra interés, nos parece “que puede llegar a funcionar si pasa tal o cual cosa” o suponemos que es el ser mágico que nos liberará de tribulaciones y tormentos- es un ticket seguro hacia la infelicidad (y hacia el agotamiento mental, espiritual y, por qué no, físico).
No hace falta vivir en la más absoluta soledad hasta que se presente espontáneamente nuestro par (si no lo deseas), lo que sí me parece importante es darnos cuenta de quién es una simple compañía pasajera y quién,
fluida y naturalmente, se va acomodando a nuestro lado.
Si tu ego va más allá de las palabras puntuales, consideras que puedes llegar a ser lo que un “roto” o un “descosido” implican en este refrán y estás dispuesto a no aceptar a nadie muy por debajo de tus estándares, te aseguro que el ser que te hará feliz aparecerá en tu vida, a su debido momento.
¿Consideras que siempre hay un “roto” para un “descosido”?
Lecturas relacionadas:
Hay hombres