Por: Adriana Balaguer, el 24 de agosto de 2010, 05:32 AM
El predancing se convirtió en protagonista de la noche, no en su “telonero” (grupos musicales que en los recitales tocan antes que el principal). Hay quienes han hecho de la espera para ir a bailar, un tiempo peligroso lleno de excesos. Si la idea original era calentar los motores hasta que llegara la hora de salir a recorrer la pista, la realidad los está fundiendo. ¿Cómo recuperar ese momento para que sea la verdadera antesala de una velada inolvidable? ¿Hay diversión sin riesgos?
Para el psiquiatra español experto en adolescencia, Josep Cornellá, autor del libro “Hablemos de adolescencia”, los jóvenes tienen una “escasa valoración del riesgo” lo que “conlleva la ejecución de determinadas acciones o conductas”. Si a este impulso, se le suma el alcohol, el cóctel puede ser peligroso.
Un estudio realizado en 2009 en la Argentina por la consultora de opinión púbica Ibope, asegura que el 77 por ciento de los menores que sale con amigos por la noche, consumen al menos un tipo de bebida alcohólica en el lugar donde concurren, especialmente cerveza, y este porcentaje se incrementa en el caso de los varones (85%) y entre los nacidos en la ciudad de Buenos Aires (90%).
Si se estima que la mayor parte sale en promedio tres veces al mes (los varones 3.5 y las mujeres el 2.6). Se pueden calcular así la cantidad de predancings que acumulan en su haber los chicos de hoy en día y entender la preocupación de los padres, por la probabilidad en ascenso de que en alguna de esas salidas, el efecto liberador que los adolescentes buscan en el alcohol haga de las suyas. ¿Hay formas de que esto no se vuelva un callejón sin salida? Si, las hay. Pero como siempre, requieren el compromiso tanto de padres como de hijos para trabajar en ellas. Veamos algunas opciones:
. Trabajar en la idea de que la diversión no tiene que estar necesariamente afuera de casa. Se puede buscar la forma de organizar bailes hogareños, con condimentos que no siempre se pueden conseguir en un local comercial. Por ejemplo, que todos vengan con un disfraz.
. Estimular la música como otro factor de entrenamiento. Tratar de armar un minirecital del grupo musical que integran los amigos de tus hijos y grabarlo en video para subirlo a Internet puede ser una experiencia más que entretenida. Será una forma de ver qué canción recibe más visitas y comentarios. Y quien sabe, hasta puede disparar una vocación oculta.
. Se les puede proponer a los chicos que armen una actividad gastronómica con un doble fin, entretenerse y reunir algo de dinero para sus gastos cotidianos. Por ejemplo, pueden montar un sábado a la noche un “restaurant casero” en la casa de alguno de ellos e invitar a otros padres con los que se tiene algún lazo mayor de afinidad, con un menú impreso y propuestas de comida con un valor ajustado a la habilidad de los chef adolescentes.
El deporte siempre puede estar presente como una actividad de esparcimiento a toda hora. Pero hay que tener presente que en este caso no es algo que se pueda improvisar, sino que tiene que ser el fruto de un incentivo más temprano.
Todas estas actividades requieren un involucramiento diferente de los padres hacia sus hijos adolescentes. Es cierto que para muchos resulta mucho más cómodo descargar la responsabilidad del crecimiento de sus hijos en estos tiempos difíciles en otros ámbitos como la escuela. Pero algo debe ser asumido: no se puede pensar en dejar de ser parte del problema si a la vez no se es parte de la solución. Tampoco se trata de borrar las salidas o el consumo de alcohol permitido. Es una forma de ayudar a pensar en un balance diferente que aleje los riesgos del exceso de la realidad de cada fin de semana.
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